Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos. (2 Reyes 22:11)
El joven rey Josías llegó al trono cuando los líderes y el pueblo de Judá estaban espiritualmente comprometidos y corruptos. Cuando se interesó en el templo de Dios, encontraron el libro de la ley –lo que llamaríamos a muchos de los libros del Antiguo Testamento– en el templo.
Cuando leyeron la Palabra de Dios al rey, sucedió una obra espiritual en el rey Josías. No fue simplemente una transmisión de información; el escuchar la palabra de Dios impactó a Josías con poder espiritual.
Cuando Josías escuchó las palabras, rasgó sus vestidos. Esta era una expresión tradicional de horror y asombro. Josías mostró su dolor por su propia cuenta y por la nación de la manera más fuerte posible. Esta era una expresión de convicción profunda de pecado, y era algo bueno.
El avivamiento y el despertar espiritual son marcados por tales expresiones de la convicción de pecado. El Dr. J. Edwin Orr, en El segundo despertar evangélico en Gran Bretaña, relató algunos ejemplos del gran movimiento que impactó a Gran Bretaña y al mundo en 1859-1861.
En la ciudad de Coleraine, Irlanda del Norte, un niño escolar estaba bajo tanta convicción del pecado que no podía continuar en clase. Después de que otro niño en la clase le ministró, pudo encontrar paz y regreso al salón de clases inmediatamente para decirle a su maestro: “Estoy tan contento: ¡Tengo al Señor Jesús en mi corazón!” Su testimonio afectó grandemente a su clase, su maestro se asombró por la ventana y vio a niños hincados orando por todo el patio de la escuela. El maestro fue tan convicto que le preguntó al primer niño que había sido convertido que le ministrara. Finalmente, toda la escuela estaba en tal estado que vinieron pastores y ministraron a los estudiantes, maestros y padres, y la gente recibió el ministerio en la escuela hasta las 11:00 de la noche.
Un oficial del ejército de alto rango describió la convicción de pecado en su ciudad escocesa: “Aquellos de ustedes que se sienten cómodos no tienen idea de cuán aterradora es la vista cuando el Espíritu Santo se complace en abrirle los ojos a un hombre para que vea el estado real de su corazón… A los hombres que se creía que eran, y que ellos mismos se consideraban, buenos y personas religiosas… se les ha llevado a buscar en el fundamento sobre el que descansaban, y se han encontrado todos podridos, satisfechos de sí mismos, descansando en su propia bondad, y no en Cristo. Muchos pasaron del pecado abierto a vidas de santidad, algunos llorando de alegría por los pecados perdonados”.
Esta convicción del pecado es la obra especial del Espíritu Santo, tal como Jesús dijo en Juan 16:8: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado”.
La convicción del pecado nunca se siente bien, pero nos conduce a algo bueno: el perdón del pecado y estando bien con Jesucristo. No desprecies la convicción del pecado.
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